domingo, 5 de mayo de 2013

Elefantes blancos del transporte colectivo tapatío. (Publicado en Milenio Jalisco, 5 de Mayo, 2013)

Si usted y su familia entraran a la sala de su casa y encontraran un elefante se harían varias preguntas ¿Cómo llegó ahí? ¿Qué va a pasar con él?, ¿Es un peligro? etc. Si ignoraran al animal, no pasaría mucho tiempo antes de que éste comenzara a causar problemas. No hablar de los elefantes en una habitación es una expresión inglesa, para recalcar que a veces olvidamos o ignoramos ciertos aspectos evidentes de un problema que son fundamentales para su solución. Actualmente hay al menos tres elefantes de los que no se ha hablado lo suficiente en las discusiones sobre el “sistema” de transporte “público” en Guadalajara y que es necesario revisar para el éxito de un nuevo sistema de movilidad en la ciudad.

Los primeros dos elefantes indican que lo que llamamos sistema de transporte público, ni es sistema, ni es público. El primer elefante es el más conocido porque lo sufrimos diariamente: no hay sistema. Sabemos que la estructura del transporte no está organizada en la ciudad, basta ver la falta de coordinación entre unidades y rutas para cumplir con las frecuencias de paso y límites de velocidad, y respetar las paradas y rutas autorizadas; no hay un sistema de transbordo entre microbuses, tren ligero y macrobús para evitar pagar doble o triple boleto, ni tampoco existe un sistema homologado de pago. El “sistema” actual de rutas concesionadas, atomizadas a nivel de ruta y chofer-camión, no es más que una red de grandes taxis colectivos de ruta fija, totalmente desarticulados. Cada concesionario actúa para su beneficio y no para crear un sistema eficiente.

El segundo elefante indica que la estructura de transporte no es pública porque es un negocio privado para los concesionarios o permisionarios. Es absurdo hablar de transporte público porque en gran medida está privatizado y además ésta privatización es poco transparente; por ejemplo sabemos que después de la privatización telefónica Carlos Slim es el dueño de TELMEX, pero no sabemos quiénes, ni por qué, ni bajo qué términos, tienen las concesiones de las rutas y unidades de transporte colectivo en la ciudad. Si el servicio se prestara de forma verdaderamente pública el objetivo del sistema no sería la utilidad, sino garantizar que la población pueda acceder a un servicio básico,  el transporte, con una buena cobertura geográfica y de horarios para mejorar sus condiciones de vida (por cierto, descanse en paz el Búho Nocturno). La empresa pública de transporte podría funcionar cubriendo solamente los costos de operación o incluso ser subsidiado como ocurre con los servicios de salud o educación pública donde pacientes y alumnos no cubren el costo del servicio.

Es desafortunado pretender que cada unidad y ruta sean viables económicamente como negocio, eso dejaría a la población de muchas zonas de la ciudad sin la cobertura de éste servicio, o haría el servicio más caro. El tercer elefante nos dice que subir el costo del pasaje no es una solución, el costo del transporte colectivo es muy alto en comparación con el costo de comprar un auto. Con autos cada vez más eficientes y familias con necesidades de realizar muchos  traslados por día (escuela, trabajo, compras etc.) con cada centavo que aumenta el pasaje, el transporte colectivo e menos competitivo como opción de transporte, se hunde más, pues es más fácil comprar un auto, por el ahorro que se tiene al dejar de pagar los pasajes, lo que propicia a su vez más tráfico y contaminación. La otra opción para que el esquema actual sea una actividad económicamente atractiva para los concesionarios-permisionarios, es entregarles un subsidio directamente para no subir los precios. Es decir hablamos de dirigir dinero público para generar utilidades privadas, para institucionalizar aún más un negocio donde históricamente no se han dado cuentas ni se han cumplido con estándares de calidad. Ésta es una propuesta altamente cuestionable en términos políticos y sociales.

Estamos ante una falla del mercado de transporte que el gobierno necesita resolver. Las empresas públicas surgen, precisamente por causas de utilidad pública, cuando los empresarios no pueden proveer el servicio al nivel requerido porque no les es negocio. Éste es el caso del transporte colectivo en Guadalajara. Si dar el servicio no es negocio para los concesionarios y permisionarios, mejor harían en devolver los permisos y concesiones para no perder más dinero, y crear entonces un verdadero sistema público de transporte no enfocado en el negocio privado sino en responder a las necesidades sociales de movilidad. Los tres elefantes se balancean y amenazan con aplastar el “sistema” de transporte colectivo y a los empresarios y políticos que se empeñan en ignorarlos y mantener la situación actual mientras siguen permitiendo las muertes por accidentes y contaminación en la ciudad.


Nuestra legislación aún no incluye el derecho al transporte. No tenemos derecho a un sistema de transporte verdaderamente público que nos permita llegar a nuestra casa, centro de trabajo, de educación, de salud,  de esparcimiento, etc. de una forma segura, eficiente, competitiva, rápida, que no contamine y a un bajo costo. Contar con un fundamento legal de éstas características sería una condición fundamental  para construir un nuevo modelo de movilidad que permita el desarrollo y la mejora de la calidad de vida de la población para lograr una sociedad más eficiente y competitiva. En vista que el ejecutivo y empresarios han fallado históricamente, ésta es una tarea pendiente para nuestros legisladores: un paso inicial es equiparar el derecho al transporte verdaderamente público, eficiente, competitivo y limpio al nivel del derecho a la salud o educación.

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