viernes, 3 de diciembre de 2010

Día 5. Formas de hacer políticas. Primer Acuerdo de la COP sobre Educación COP 16. (Diciembre 2010)

Existen diferentes formas para hacer que como sociedad adoptemos una política ambiental. Coloquialmente hablando podemos clasificar estas estrategias como sermones, palos y zanahorias. Supongamos que nuestro objetivo es reducir las emisiones de GEI para así mitigar el cambio climático
Recurrir al sermón es hacer alusión a toda la información que existe sobre el cambio climático y como nos afecta a nosotros y a los otros para concluir con una condena o invitación ética sobre lo que es  correcto  y lo deberíamos o no deberíamos hacer.  Los sermones ya se han dicho desde hace tiempo, principalmente desde la academia y algunas ONGs y parece que no han tenido efecto alguno. No todos compartimos los mismos intereses o creencias ni desarrollamos las mismas prácticas. Para que sea efectivo el sermón debería hacer eco en un sentido de responsabilidad de la persona que recibe el sermón, ser expresado por una autoridad reconocida por todos, y todos deberíamos seguirlo.
Los palos son las multas e impuestos que se crean para modificar nuestros comportamientos; son incentivos negativos, o coercitivos. En México ya estamos viviendo un ejemplo en los precios de la gasolina. Los recurrentes aumentos al precio de la gasolina y diesel tienen como objetivo primero eliminar el subsidio a los combustibles  –y también a la electricidad-; y segundo, al incrementar su precio el objetivo también es que reduzcamos nuestro consumo y contaminemos menos. Respondemos a los precios, si algo es barato –o gratis- tendemos a derrocharlo, si es caro, nos moderamos, buscamos la innovación y alternativas.

Las zanahorias son incentivos positivos que le dan un premio o compensación a aquellos que desarrollan una actividad determinada que se desea promover. Un ejemplo son los pagos por servicios ambientales donde al propietario de un terreno forestal se le paga una cantidad determinada por mantener y mejorar la calidad ambiental del bosque y cumplir los requisitos de un programa. Otro ejemplo son los bonos de carbono, donde a quien desarrolla un proyecto que reduce emisiones de GEI, se le paga por las emisiones no emitidas.

Es más redituable para un político proponer programas de incentivos positivos que de impuestos. El problema es cómo se va a financiar esa política y si es éticamente coherente. Por ejemplo, pagarle a alguien para que empiece a cuidar un bosque pero no pagarle a quien lo ha conservado y cuidado desde hace décadas podría resultar contradictorio. En el marco de la COP y los esfuerzos internacionales para mitigar el cambio climático se hace uso de mecanismos de flexibilidad o mercado, para reducir los costos de mitigación; son incentivos positivos. Aunque se identifica como necesario por varios expertos, aún no se crea un impuesto internacional a las emisiones.

Unos de los problemas con los incentivos (palos y zanahorias) es que tener un sistema de vigilancia y verificación para asegurar su cumplimiento es muy caro. Si es posible, las personas o empresas decidirán hacer trampa para evitar el castigo u obtener el premio sin cumplir con los requisitos. El colmo es que puede llegar a ser más costoso el sistema de monitoreo y cumplimiento legal (costos de transacción)  que los beneficios que se obtengan del programa.  Deberá crearse e implementarse un marco legal formal que regule estas políticas y acredite a una serie de intermediarios, auditores y certificadores según sea requerido. Por ejemplo en el mercado de bonos de carbono del mecanismo de desarrollo limpio se estimaba que los costos de transacción podrían representar de 30% hasta más de 50% el valor de los bonos de carbono; esto también depende dado por el tamaño del proyecto y el precio de los bonos de carbono. Pero mientras más difícil sea implementar y asegurar el cumplimiento de un programa puede que nos “salga más caro el caldo que las albóndigas” y quienes tienen mayor beneficio del sistema son los actores asociados a esos costos de transacción; aquí aplicaría otro refrán “a río revuelto, ganancia de pescadores”.


Finalmente la decisión de buscar hacer trampa o no se toma bajo un marco informal de reglas y valores –personales o interno en una empresa- . Este marco se crea por la apropiación de ciertos valores y creencias. Por ejemplo si nos apropiamos del modelo de “salud y belleza estética actual”, no necesitamos directrices sobre qué comer y qué no comer, qué ropa comprar, como tener el cabello, el cuerpo, el auto, etc. Si adoptamos ese sermón de la belleza, consciente e inconscientemente lo incluimos en nuestras decisiones, buscamos información al respecto y gastamos grandes cantidades de dinero para vivir de acuerdo a ese ideal. De igual forma si creamos esa cultura o valor común de “vamos a mitigar el cambio climático”  mostramos los caminos de cómo hacerlo será más fácil alcanzar la meta. Por eso es relevante que la primera decisión acordada en Cancún se refiera a la inclusión de temas relacionados con el cambio climático en los sistemas de educación de los 194 países participantes. Esperemos que el resto de las decisiones sean congruentes con este discurso para que lo que los alumnos puedan vivir en la práctica lo que aprendan en el aula.

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